Una acción decisiva en los Idus de marzo
Lucio Tilio Cimbro fue un senador romano del siglo I a. C., inicialmente fiel a Julio César —incluso Cicerón se valía de su influencia para favores— pero finalmente se unió a los conspiradores que acabaron con su vida.
Durante la reunión del Senado del 15 de marzo del 44 a. C., Cimbro se acercó a César con una petición: solicitó amnistía para su hermano exiliado. Al ser rechazado, lo sujetó con ambas manos por la toga, impidiéndole levantarse y dando la señal convenida para que los demás conspiradores comenzaran el ataque. Plutarco y Appiano confirman que ese gesto fue deliberado: la petición, seguida del asalto, fue parte del plan.
Cimbro, promotor del golpe y comandante republicano
Tras el magnicidio, partió hacia su provincia de Bitinia y Ponto, donde organizó una flota y recaudó fondos para apoyar la causa republicana de Bruto y Casio. Se lo reconoce como comandante naval y militar en la contienda que siguió, hasta que presumiblemente murió durante la batalla de Filipos en 42 a. C., donde las fuerzas republicanas fueron derrotadas.
Retrato de un hombre contradictorio
Seneca nos describe a Cimbro como “excesivo en la bebida y pendenciero”, aunque aún así confiable para asumir responsabilidades importantes. Esto sugiere un carácter fuerte, impulsivo, pero a la vez eficaz.
Su motivación para traicionar parece haber sido una mezcla de desilusión personal y ambición: la negativa de César a restaurar a su hermano pudo haber sido el detonante.
Referencias visuales
-
Pinturas históricas: “La muerte de César” de Vincenzo Camuccini (1806) y de Jean-Léon Gérôme (1867) suelen incluir la figura de Cimbro sujetando la toga, aunque a menudo sin identificarlo claramente.
-
Escenas teatrales: En adaptaciones de Julio César de Shakespeare, Cimbro suele aparecer como parte del grupo conspirador, siendo el primero en acercarse a César.
-
Recreaciones modernas: Ilustraciones en libros de historia romana y series televisivas como Rome muestran el momento en que la toga es tomada como el inicio del ataque.
Epílogo
Lucio Tilio Cimbro no fue el cerebro tras el asesinato de César —ese papel correspondió a Bruto y Casio—, pero sí fue el “hombre de la señal”, artífice del momento clave. En medio de la pomposidad del Senado, con un gesto abrupto, dio inicio al fin de una era.
Un hombre impetuoso, vocación traidora y ambición republicana, cuyo nombre apenas resuena en la historia, salvo por ese instante decisivo. Tal vez la historia sería distinta si Cimbro no hubiera tomado la toga de César con determinación.