Fuego y agua: el destino de los anabaptistas
En enero de 1527, en la ciudad de Zúrich, un pequeño grupo de hombres se reunió en secreto. La Reforma bullía por toda Europa, pero ellos no se conformaban ni con Lutero ni con Zwinglio. Querían algo más radical: volver al cristianismo de los primeros discípulos, sin príncipes, sin jerarquías y sin bautizos impuestos en la cuna. Esa noche, uno de ellos se levantó y pidió ser bautizado como adulto, por decisión propia. Había nacido el movimiento anabaptista.
Poco después, las autoridades de Zúrich lo declararon ilegal. El primer líder anabaptista, Felix Manz, fue condenado y ejecutado en 1527, ahogado en el río Limmat con un cartel al cuello: “el que rebautiza, será rebautizado con agua”. Fue el inicio de una persecución feroz contra quienes se atrevían a rechazar la autoridad religiosa y política de su tiempo.
¿Quiénes eran los anabaptistas?
El nombre proviene del griego ana-baptizein: “rebautizar”. Creían que el bautismo infantil carecía de sentido, pues la fe debía ser una elección consciente. Defendían un cristianismo radical, austero y comunitario. Sus principios básicos:
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Bautismo solo de adultos, tras una confesión personal de fe.
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Separación Iglesia–Estado: no aceptaban la autoridad de príncipes ni clérigos sobre la conciencia.
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Pacifismo (en la mayoría de ramas): rechazo a la guerra y al servicio militar.
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Vida comunitaria y austera, inspirada en los primeros cristianos.
Su mensaje atrajo tanto a campesinos pobres como a intelectuales insatisfechos con las medias tintas de la Reforma luterana o calvinista.
Comparación con otras ramas de la Reforma
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Luteranos: defendían la justificación por la fe, pero mantenían el bautismo infantil y una estrecha alianza con los príncipes alemanes.
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Calvinistas: organizaban comunidades rígidas y disciplinadas, aceptaban el bautismo infantil y subrayaban la predestinación.
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Anabaptistas: rechazaban toda forma de bautismo infantil, exigían comunidades libres del control estatal y buscaban vivir como los primeros cristianos.
En resumen: mientras luteranos y calvinistas aceptaban la protección del poder político, los anabaptistas soñaban con una Iglesia totalmente independiente.
La persecución y la diáspora
Católicos, luteranos y calvinistas coincidieron en una cosa: los anabaptistas eran peligrosos. Miles fueron ejecutados, quemados o ahogados. La violencia llegó a su punto álgido en la rebelión de Münster (1534–1535), donde un grupo anabaptista radical instauró una teocracia comunal armada, que terminó en un baño de sangre y reforzó la mala fama del movimiento.
Los supervivientes huyeron y se reorganizaron en ramas más pacíficas:
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Menonitas, seguidores de Menno Simons, con gran influencia en los Países Bajos y más tarde en América.
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Huteritas, que vivían en comunidades de bienes.
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Amish, conocidos por su vida sencilla y rechazo de la modernidad.
¿Existen anabaptistas hoy?
En sentido estricto, no. El nombre “anabaptista” fue un apodo dado por sus enemigos en el siglo XVI, y los grupos originales fueron exterminados o absorbidos tras las persecuciones. No existe hoy ninguna ciudad o comunidad que se llame a sí misma “anabaptista” como tal. Lo que sí pervive es la tradición anabaptista, es decir, las ramas que heredaron su espíritu: menonitas, huteritas, amish, entre otras. Todas ellas mantienen rasgos comunes: bautismo de adultos, autonomía comunitaria y, en muchos casos, pacifismo.
Tampoco hay una autoridad central ni jerarquía común: la esencia del anabaptismo fue siempre la comunidad local de creyentes. Cada rama organiza su vida de manera independiente, manteniendo vivo el legado de aquellos rebautizadores perseguidos en Europa.
Epílogo
Hoy, los anabaptistas son vistos como pioneros de ideas que en el siglo XVI eran revolucionarias: libertad de conciencia, separación entre religión y política, bautismo consciente y pacifismo. Lo que en su tiempo fue causa de persecución y martirio, en la actualidad se reconoce como una de las semillas de la modernidad.
En palabras de uno de sus mártires: “No tememos al fuego ni al agua, pues nuestra fe no puede ser ahogada”.
Sin saber nada del tema en profundida, tampoco suena mal lo que los anabaptistas defendían o promulgaban (bautismo de adultos, separación Iglesia-Estado, vida austera...) ¿no?
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